lunes, 9 de julio de 2007

- FUNCIONES COSMICAS DE LA HIPÒFISIS

FUNCIONES "CÓSMICAS" DE LA HIPÓFISIS
Si la glándula pineal rige los ciclos del organismo y los tiempos de la mente, como hemos explicado en nuestra anterior entrega, la glándula hipófisis, su gran socia y compañera, es la rectora del espacio.
Los seres humanos manejamos de forma permanente dos realidades: Una interna, delimitada por la piel y que está constituida por nuestros órganos y sistemas; y una externa, que es nuestro entorno, donde están nuestro hábitat, demás congéneres y entorno social, planetario y cósmico.
Cuando por sus funciones - dicho de otra manera - cuando por sus hormonas, la hipófisis dictamina qué deberán realizar las demás glándulas de nuestro cuerpo, por ejemplo, cuánto deberemos crecer y pesar; cuánta agua o sales (minerales) deberemos retener; de qué color será nuestra piel (codificado en nuestro ADN); cuándo estaremos aptos para procrear y perpetuar nuestra especie; cuál es el mejor momento para hacerlo (de allí el instinto de reproducción o época de celo); cuánto calcio y fósforo deberán atrapar o liberar nuestros huesos y dientes; cuánta energía deberemos almacenar o liberar de nuestros depósitos y todas sus demás funciones, lo que esta pequeña estructura está haciendo no es otra cosa sino manejando nuestro espacio interno, nuestro propio cosmos, nuestro universo interior.
Crecer, encogerse, engordar, adelgazar, retener líquidos o eliminarlos (elemento agua), manejar la energía orgánica (elemento fuego), las sales internas (elemento tierra), la combustión de azúcares y la respiración (elemento aire) es el manejo del espacio interno que todos poseemos.
Nuestro cuerpo es nuestro primer, más íntimo, cercano espacio. Y la hipófisis es su manejadora y regente.
Pero así como poseemos un espacio interno, tenemos y debemos manejar un espacio exterior, un entorno y un habitáculo donde nuestro espacio básico está y habita.
Cuando un ser humano posee una hipófisis adecuadamente cimentada, sana y funcionando bien, su espacio externo estará perfectamente encuadrado y determinado por él. Dicho de otra manera, una hipófisis bien calibrada es capaz de recibir y procesar la información que de su entorno, por sus sentidos físicos (no en vano la hipófisis se sitúa en inmediata cercanía del cruce de los nervios ópticos en el cerebro, recibiendo fibras nerviosas que vienen de las retinas), le llega. Tal información, que no es solamente visual sino acústica, lumínica, olfativa y táctil, le brinda al encéfalo y en él a la hipófisis, parámetros de respuesta inmediatos que le permiten sopesar, evaluar, determinar, definir, descifrar y concluir qué es lo que su entorno inmediato le brinda o le presenta como reto. Así moldea su proceso de pensamiento interno haciendo los ajustes necesarios para interactuar con su entorno, modificarlo, cambiarlo o alejarse de él, si este le es hostil.
La hipófisis maneja la realidad del espacio interno y externo en los seres vivos y tan coordinada o descoordinada esté en su funcionamiento, tanto mayor o menor será el manejo que de él se haga.
Una hipófisis que funcione bien siempre traerá espacios amplios y grandes a quien la posea. Por lo tanto, un ser humano con una hipófisis equilibrada siempre estará muy bien plantado y erguido en su cuerpo; su postura será elegante y muy señorial. No poseerá desviaciones de su columna (escoliosis, lordosis, etc.); Su pelvis será firme y dará soporte estable a su tronco; Sus pasos, por sus piernas, serán muy firmes y cimentados; Sus hombros siempre estarán atrás – y nunca caídos- lo que elevará el pecho y ampliará el tórax, aumentado la capacidad pulmonar, brindando al corazón espacio para que lata con menos esfuerzo y mayor eficacia; Su cabeza será altiva, divisando siempre el horizonte – el físico y el existencial-, lo que lo hará descollar y sobresalir, entre la multitud. Creará como consecuencia un aura especial en su ser y personalidad, que los seres humanos llamamos carisma.
Su buena postura corporal hará que sus órganos internos ocupen siempre los espacios (recuerde, la hipófisis maneja el espacio) que les corresponden y no serán oprimidos, desplazados o estirados – en una palabra deformados – por su dueño, lo que ocurre cuando el espacio se maneja mal.
Así mismo, la hipófisis sana y el buen manejo del espacio, atraerá espacios exteriores amplios y grandes para su dueño: Poseerá una casa cómoda, un buen auto, espacioso y fuerte; Una oficina, si allí fuere su oficio, de dimensiones nunca minúsculas ni aprisionantes, sino grandes y espaciosas, muy luminosa, de pisos y paredes de colores agraciados, nunca oscuros ni lúgubres.
Sus ideas siempre serán grandes - pensará "en grande" - lo que le llevará a ser de altos ideales; Su propia hipófisis, sin ni siquiera saberlo, nunca le permitirá conformismos en su interior, pequeñeces ni mezquindades. Un ser humano con una hipófisis sana tendrá como consecuencia un pensamiento innovador, creativo, constructivo; sus proyectos serán siempre del orden de lo macro.

La hipófisis bien cimentada es la defensa total contra la miseria y la pobreza material. Y si está perfectamente sincronizada, el que la posea no solamente será muy cómodo en su vida material, sino un gran compartidor, porque en su espacio interior, en su corazón "cósmico", cabrán aquellos otros que le rodean.
Por el contrario, cuando una hipófisis está despolarizada, débil, enfermiza, no solamente ocurrirá la enfermedad del cuerpo, sino que aparecerá la enfermedad en el espacio externo: Medirá mal la distancia para dar un paso y tropezará y caerá; Calculará mal el espacio en su coche y chocará con aquel otro. Vivirá siempre en pequeños espacios físicos: diminutas habitaciones, una pequeña oficina, la misma ropa vieja y raída – el vestido es parte del manejo del espacio- serán parte de su cotidianidad. El conformismo y la pereza serán su principal compañía. Vivirá una vida de supervivencia – el escalón más básico de ella- sobrevivir; pero nunca será cómodo, amplio, de pensamiento grande, de grandes ideas, proyectos ni realizaciones. Y someterá a sus seres queridos, hijos, esposa, esposo, parientes, a una vida de muchas necesidades materiales. Sufrirá mucho.

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